¡Olé, olé, olé, Mr. Tambourine Man!

Publicado en Humano, creativamente humano en noviembre de 2016

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(Bob Dylan, poeta. Estrella y corazón de origami de Yael Streett Tejeda. Foto de Antonia Tejeda Barros, Madrid, 2016)

Hace un mes, el 13 de octubre, mi hija Yael me dijo entusiasmada: “¡Hoy en el cole nos han dicho que le han dado el premio Nobel a Bob Dylan!”. “¿A Bob Dylan?”, le dije yo asombrada y con una sonrisa gigantesca (Bob Dylan es mi ídolo: un artista que me acompañado toda la vida con su música y su poesía). “Sí, a Bob Dylan”, dijo mi hija. “Pero, ¿qué premio Nobel? ¿El de la Paz?” pregunté intrigada. “No lo sé, el premio Nobel, mamá”, dijo inocentemente Yael. Cuando me enteré de que era el premio Nobel de Literatura, no me sorprendió en absoluto.

¿Por qué me vino a la cabeza el Nobel de la Paz y no el de Literatura? No porque considere a Dylan un mal poeta, sino porque me sorprende la capacidad de la academia de apreciar el verdadero arte en un músico legendario. Ya he leído por ahí en las redes sociales varias críticas al Nobel de Dylan. ¿Un Nobel de Literatura a un músico? Pues, sí: un Nobel de Literatura a un músico que es, diría yo, antes que músico, un poeta descomunal.

Dylan es posiblemente uno de los mejores poetas de los siglos XX y XXI. Y el hecho de que haya acompañado su poesía de música no le quita genio a su arte literario.

¿Acaso hay poesía más genial que The Times They Are A-Chagin’, The Lonesome Death of Hattie Carroll, Spanish Harlem Incident, Chimes of Freedom o Subterranean Homesick Blues?

Bob Dylan le da mil vueltas como poeta a la aburrida Gabriela Mistral (premio Nobel de Literatura 1945) o al ladrillo Günter Grass (premio Nobel de Literatura 1999). La poesía de Dylan, junto a su música, ha influido más que la obra de todos los Nobel de Literatura juntos (a muchos de los galardonados no los ha leído ni Dios).

El boom Dylan, su música y su extravagante personalidad (recordemos el genial film de Todd Haynes I’m Not There, dedicado a Dylan, con una brillante Cate Blanchett y el exquisito Heath Ledger) son seguramente los grandes responsables de que las letras de Dylan (su poesía) sean cantadas en todo el planeta. Pero, aun así, ni la música ni la personalidad de Dylan empequeñecen su arte literario.

Claro que el que no sabe inglés no puede apreciar el arte de Dylan. La poesía es intraducible. Todas las traducciones son grandes distorsiones y pequeños crímenes, pero si algo no puede traducirse es la poesía. A Dylan hay que leerlo en inglés, y a Juan Ramón Jiménez (Nobel de Literatura 1956) y a Neruda (Nobel de Literatura 1971) hay que leerlos en español.

Siempre he pensado que Dylan canta bastante mal y jamás me ha molestado porque su arte y su música trascienden toda técnica. Sus composiciones no son ni elaboradísimas ni con grandes cambios armónicos y instrumentales: una simple melodía, su guitarra y su armónica, y una poesía espectacular son más que suficientes.

En este debate Nobel-Dylan es imposible no hablar de los aedos y los rapsodas (poetas que cantaban poemas épicos). Al parecer, La Odisea y La Ilíada fueron cantadas por estos poetas-cantantes que interpretaban los cantos de estos bestseller en festivales y competiciones. No creo que nadie se atreviera a empequeñecer el arte de Homero porque era cantado. De todas maneras, ¿quién ha leído La Odisea y La Ilíada de principio a fin? Homero es un personaje como Freud. Todo el mundo “conoce” a Freud, pero apenas unos pocos han leído su obra. ¿Quién puede repetir de memoria un solo canto de Homero de sus dos obras maestras? Por otro lado: ¿quién no conoce el estribillo de Blowin’ in the Wind?

Dylan es el poeta que más he escuchado en mi vida. En casa, en el tren, en el avión, en el bus… su poesía y su música siempre me han acompañado. Y sé que no soy la única que ha tenido la suerte de crecer con el arte de Dylan. Dylan es posiblemente el poeta más conocido del mundo entero, creador de una nueva poesía: mundana, crítica, desgarradora y brillante.

Y para aquél que siga pensando que es un crimen darle un Nobel de Literatura a un músico-poeta, que se siente en el sofá de su casa y lea tranquilamente y en silencio las letras de las canciones de Dylan. Como quien lee una antología poética. Seguro que las disfrutará tanto como las poesías de T. S. Eliot, Beckett o Aleixandre (todos premios Nobel de Literatura).

Escucho ahora Mr. Tambourine Man en una versión de un concierto en directo de 1964. La música me transporta, me desgarra por dentro, y la letra es una joya. Si esto no es poesía, yo soy una monja…

Me hubiera encantado que en el 2017 el Nobel de Literatura hubiera sido para el otro gran poeta-músico del planeta tierra: Leonard Cohen. Pero ese es ya un sueño imposible…

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(El arte de Dylan. Foto de Antonia Tejeda Barros, Madrid, 2016)

OLYMPUS DIGITAL CAMERA Antonia Tejeda Barros, Madrid, 12 de noviembre de 2016

About Antonia Tejeda Barros

Mother of three, sister, wife, Holocaust researcher, Doctor in Philosophy (UNED, Madrid, cum laude), MA in Philosophy (UNED, cum laude), Bachelor of Arts (Early Music, Recorder and Pedagogy, Koninklijk Conservatorium, The Hague), fibromyalgia warrior, and Woody Allen fan
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